Existen
dos materias que tendrían que ser enseñadas a todos los niños del mundo antes
de alcanzar la pubertad. Una es el dominio de la expresión hablada y otra la
economía, pues ambas serán clave para el desarrollo posterior de sus vidas.
Un
nivel alto de capacidad en el uso de la palabra abre muchas puertas pues facilita
la comunicación con el resto
de personas, al permitir expresar
con precisión los deseos, pensamientos y emociones. Ello facilita la
integración de los jóvenes en la sociedad. La palabra nos une. Creo que casi
todo el mundo estará de acuerdo con esta idea.
Pero
en el caso de la economía seguro que hay menos consenso. Intuyo que muchos
lectores han arrugado el ceño, dudando si seguir leyendo ante algo tan aburrido, que creen es asunto de especialistas que jamás entenderán.
Esa
impresión es falsa. Es muy fácil de entender y es un conocimiento de una
inmensa utilidad, pues toda vida, desde el nacimiento a la muerte -e incluso
después de ella-, está envuelta por la economía.
Por
ejemplo, la estabilidad social, de la que tanto depende el bienestar de su
vida, nace de una economía estable. Cuando los gobiernos actúan
disparatadamente en este campo –o algún otro interviniente en ella como el
sector financiero-, terminan arruinando a todo un país, aunque las
consecuencias de dichos disparates tarden unos años en verse, arrastrándole a
usted en dicha ruina, y con ella a buena parte de su felicidad.
Entender
de economía es esencial porque su comprensión nos ayuda a tomar decisiones
personales más acertadas. Nos facilitará resolver adecuadamente la compra de
una vivienda o de un automóvil; nos ayudará a tomar la decisión de si debemos
adquirir un crédito; será muy útil cuando vayamos a iniciar un negocio. E,
incluso, ese conocimiento nos permite saber si los políticos a los que vamos a
votar están realizando promesas factibles, o disparates populistas que
terminarán hundiendo a la sociedad y el bienestar de nuestra familia con ella.
Del
dominio de esta materia nace una amplia comprensión del mundo que vivimos –sus
principios son idénticos en todos los países-, mientras con el desconocimiento
de ella navegamos por la vida a ciegas, y con mayor riesgo de encallar.
Tal vez la primera pregunta a la
que habría que responder es ¿por qué siendo tan importante no se enseña en los
colegios? La respuesta es muy sencilla: porque nadie –y los políticos los
primeros- tiene el más mínimo interés en que usted sepa algo sobre ese tema.
Así que prefieren saturar los estudios con asignaturas de historia más o menos
manipulada, de acuerdo con el
interés del que gobierne en ese momento; de química o matemáticas, que la mayor
parte de veces no va a tener la más mínima relevancia a lo largo de su vida
-exceptuando las reglas básicas-; y de otras asignaturas que no intentan
transmitir conocimientos útiles, sino sólo apariencia de conocimientos.
Las
élites políticas intuyen que la economía es un conocimiento peligroso para el
poder. Así que no tienen gran interés en que los ciudadanos aprendan gran cosa
al respecto, más allá de que ellos tampoco suelen saber demasiado, pues ni
siquiera en las universidades donde se estudia esta ciencia se aprende de
manera eficaz. Lo que suele enseñarse es el léxico particular que cada sector
económico utiliza: el del financiero, el industrial, el del comercio, etc. En
definitiva, las particularidades de los diversos sectores, pero no el
entendimiento global del fenómeno económico.
De
hecho, solemos dar por sentado que alguien que entiende, por ejemplo, del
sector financiero sabe de economía. Es un error.
El único conocimiento que suele tener de esta materia es el de cómo
navegar por esa parte de la economía y las particularidades de ese sector
concreto, pero no su interrelación con el conjunto. No obstante, solemos
suponerlos como expertos porque le oímos usar con desenvoltura expresiones del lenguaje financiero que no entendemos, aunque,
probablemente, no sabe de Economía
más que usted.
Y, por otro lado, ¿cómo consiguen que usted y sus hijos se desinteresen por esta materia? Pues creándole un halo de complejidad que no tiene -como podrá comprobar inmediatamente-, y
convirtiéndola en algo aburrido y aparentemente especializado.
Entremos en
el asunto sin más dilación.
Comencemos
por precisar que es la economía. Esta no es más que la ciencia que estudia todo
acto de producción e intercambio de bienes y servicios para satisfacer
cualquier tipo de necesidad o deseo de las personas.
Existe
desde siempre. El hombre de las cavernas cambiaba con las tribus vecinas
cualquier bien que le sobrara por otro que le hiciera falta. El intercambio era
su forma de comercio, en una época donde aún no se había inventado el dinero y
ese procedimiento del intercambio era el único posible. Pero es un sistema
económico muy limitado, totalmente inútil en los tiempos actuales con más de
seis mil millones de habitantes en este planeta.
Hace
más de tres mil años que el dinero se creó, y, a partir de entonces los
conceptos económicos fueron evolucionando hasta llegar a la época presente.
En
la naturaleza del hombre existe el deseo de poseer,
que nace del más potente de sus instintos: el de la supervivencia. Por este compramos
alimentos, casa, ropa y multitud de bienes que cuanto más desarrollada
es una sociedad mayor amplitud y variedad tienen, sobre todo según vamos
superando la simple economía de supervivencia.
De
ahí brota el fenómeno económico, el cual se pone en marcha de forma natural
cada vez que alguien necesita algo que no tiene, pues siempre encontrará a otro
dispuesto a proporcionárselo. A partir de ahí surgen los diversos sectores
económicos: el que lo fabrica, el que lo trasporta, el que lo almacena, el que lo vende; y, en su caso, el que lo financiará. Simultáneamente con estos intervinientes conviven los estados
–que se convierten también en otro sector económico en sí mismo- quedándose con
un porcentaje de ese movimiento de bienes y servicios, por medio de los impuestos.
Dichos
sectores son todos interdependientes entre sí, y su conjunto conforma la
Economía.
Como
decía anteriormente, la economía comienza a andar en cuanto alguien solicita un
bien o servicio, pues con ello crea demanda natural y ahí empieza todo.
Para la más fácil
comprensión perfilé esta sencilla fórmula que explica y regula todas las reglas que rigen la Economía, y
es de aplicación universal.
La fórmula es:
Demanda = producción + comercio = trabajo. Y por extensión: trabajo = +demanda
+ producción + comercio = + trabajo.
Y así se reproduce en un ciclo
infinito.
Por
el contrario, la ausencia de demanda natural –permítame que insista en este
término- vuelve con signo negativo al resto de factores, creando desempleo y
pobreza.
En
definitiva, cuando alguien solicita algo que desea (la demanda) otro le
satisfará fabricándolo y vendiéndoselo, necesitando crear empleo para poder
producir lo que aquel le pidió. Estos nuevos trabajadores también necesitarán y
querrán bienes que, a su vez, otros le proporcionarán, para lo que también
deberán crear trabajo para poderlos satisfacer, y así sucesivamente. Pero si,
por las circunstancias que fuesen, se corta la demanda comienza el desempleo y
la pobreza.
Esto
es lo que explica esta Fórmula, y ahí están resumidos todos los principios que
rigen la Economía. En ella también encontramos las razones de los grandes
éxitos en esta materia e, igualmente, de las grandes crisis de todos los
tiempos.
Como
a continuación podrá comprobar, dichas crisis, invariablemente, están producidas
por decisiones erróneas con las que algunos de los sectores profesionales
intervinientes han alterado el equilibrio armónico de los factores que
intervienen en la Fórmula.
Normalmente
suelen ser decisiones equivocadas tomadas por los gobiernos, o por el mundo
financiero, que son los sectores económicos con mayor capacidad de influencia
sobre la economía, tanto para bien como para mal.
La
razón del fracaso económico -y por tanto social-, de África está en que no
existe demanda organizada, más allá de la necesaria para la mera supervivencia;
por tanto, apenas existe producción, comercio y trabajo.
El
fracaso de la URSS tuvo su motivación principal en que el gobierno decidía lo
qué se debía fabricar y comprar –las empresas de personas particulares estaban
prohibidas por ley-, y por ello su economía no obedecía a la demanda natural de
sus ciudadanos; obedecía a la demanda creada y manipulada desde el Estado Soviético,
con lo que terminó hundiéndose estrepitosamente, pues dicho estado producía tanques
y misiles en las fábricas, cuando la gente lo que quería
(la demanda natural) era leche, pan, ropa y vivienda. Es decir, la producción no actuaba en armonía
con la demanda. Así que colapsaron, tras mucho sufrimiento de sus ciudadanos.
Hoy día hace exactamente lo mismo Corea del Norte, y así les va.
Los
chinos han aprendido de este rotundo fracaso y están aplicando a rajatablas la
fórmula arriba expresada, y con su implementación fiel se han convertido ya en
la segunda potencia del mundo.
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