Descendiente de una familia de
origen vasco que se hallaba establecida en Venezuela desde fines del siglo XVI,
y ocupaba en la Provincia una destacada posición económica y social, Simón
Bolívar nació en la ciudad de Caracas el 24 de julio de 1783. Sus padres fueron
el Coronel don Juan Vicente Bolívar y Ponte, y doña Concepción Palacios Blanco.
Tenía tres hermanos mayores que él -María Antonia, Juana y Juan Vicente- y hubo
otra niña, María del Carmen, que murió al nacer. Antes de cumplir tres años,
Simón perdió a su padre, fallecido en enero de 1786. La educación de los niños
corrió a cargo de la madre, mujer de fina sensibilidad, pero también capaz de
administrar los cuantiosos bienes que poseía la familia. Además de la herencia
paterna, Simón era titular de un rico mayorazgo, instituido para él en 1785 por
el Presbítero Juan Félix Jérez y Aristaguieta.
En su ciudad natal
transcurrieron sus primeros años, con ocasionales viajes a las haciendas que la
familia poseía en los Valles de Aragua. En 1792 falleció doña Concepción. María
Antonia y Juana contrajeron matrimonio bien pronto, y los dos varones de la
familia, Juan Vicente y Simón, siguieron viviendo con el abuelo materno, don
Feliciano Palacios, tutor de ambos. La casona de la familia daba al frente a la
plazuela de San Jacinto, en pleno centro de la ciudad. Al morir el abuelo,
Simón quedó al cuidado de su tío y tutor Carlos Palacios. En julio de 1795,
cuando cumplía 12 años, sufrió una crisis muy propia de la primera
adolescencia: huyó del lado de su tío, para acogerse a la casa de su hermana
María Antonia y de su marido, hacia quienes sentía mayor afinidad afectiva. A
consecuencia de estos hechos, que pronto se arreglaron favorablemente, Simón
Bolívar pasó algunos meses como interno en la casa de don Simón Rodríguez
(1771-1854), nacido también en Caracas, quien regentaba entonces la Escuela de
primeras letras de la ciudad. Entre aquel genial pedagogo y reformador social,
y el niño Simón Bolívar, se estableció pronto una corriente de mutua
comprensión y simpatía, que duraría tanto como sus vidas. Rodríguez se marchó
de Caracas en 1797. Antes y después de ser alumno suyo, tuvo Bolívar otros
maestros en Caracas, entre los cuales se cita a Carrasco y a Vides, quienes le
dieron lecciones de escritura y de aritmética, a fray Jesús Nazareno Zidardia,
al Presbítero José Antonio Negrete, profesor de Historia y de Religión, y a
Guillermo Pelgrón, preceptor de latinidad. Recibió también lecciones
particulares de Historia y de Geografía que le dio don Andrés Bello
(1781-1865), quien atesoraba ya en su juventud el caudal de conocimientos que
habría de conducirlo con el tiempo a ser el primer humanista de América.
La vocación de Bolívar era el
ejercicio de las armas. En enero de 1797, ingresó como cadete en el Batallón de
Milicias de Blancos de los Valles de Aragua, del cual había sido Coronel años
atrás su propio padre. No tenía aún 14 años cumplidos. En julio del año
siguiente, cuando fue ascendido a Subteniente, se anotaba en su hoja de
servicios: Valor: conocido; aplicación: sobresaliente. El adiestramiento
práctico en los deberes militares lo combinaba Bolívar con el aprendizaje
teórico de materias consideradas entonces la base de la formación castrense:
las matemáticas, el dibujo topográfico, la física, etc., que aprendió en la
Academia establecida en la propia casa de Bolívar por el sabio Capuchino fray
Francisco de Andújar desde mediados de 1798, y a la cual asistían también varios
amigos de Simón.
A comienzos de 1799, viajó a
España. En Madrid, bajo la dirección de sus tíos Esteban y Pedro Palacios y la
rectoría moral e intelectual del sabio Marqués de Ustáriz, se entregó con
pasión al estudio. Recibió allí la educación propia de un gentilhombre que se
destinaba al mundo y al ejercicio de las armas: amplió sus conocimientos de
historia, de literatura clásica y moderna, y de matemáticas, inició el estudio
del francés, y aprendió también la esgrima y el baile, haciendo en todo rápidos
progresos. La frecuentación de tertulias y salones pulió su espíritu,
enriqueció su idioma, y le dio mayor aplomo. En Madrid conoció a María Teresa
Rodríguez del Toro y Alayza, de quien se enamoró. A fines de 1800 pensaba en
constituir un hogar, asegurarse descendencia, y regresar a su país, para
atender al fomento de sus propiedades. Hubo un compás de espera: en la
primavera de 1801 viajó a Bilbao, donde permaneció casi todo el resto del año.
Hizo luego un breve recorrido por Francia que le condujo hasta París y Amiens.
En mayo de 1802 estaba de nuevo en Madrid, donde contrajo matrimonio, el día
26, con María Teresa. Los jóvenes esposos viajaron a Venezuela, pero poco duró
la felicidad de Simón. María Teresa murió en enero de 1803. El joven viudo
regresó a Europa a fines de ese mismo año, pasó por Cádiz y Madrid, y se
estableció en París desde la primavera de 1804.
Vive ahora como un joven aristócrata, atento al fomento de sus haciendas, y en 1808 sostiene un sonado pleito con Antonio Nicolás Briceño por los linderos de una de ellas; pero piensa siempre en el porvenir del país. En las reuniones que él y su hermano Juan Vicente celebran con sus amigos en la quinta de recreo que poseen en Caracas a orillas del río Guaire, se habla de literatura, pero también se hacen planes para la Independencia de Venezuela.
Llega el 19 de abril de 1810.
La Junta establecida ese día nombra a Bolívar, en compañía de Luis López Méndez
y de Andrés Bello, comisionado ante el Gobierno Británico. Cumplida su misión,
Bolívar regresa de Londres a fines del mismo año. En Inglaterra ha visto el
funcionamiento práctico de las instituciones. En el seno de la Sociedad
Patriótica de Caracas es uno de los más ardientes abogados de la Independencia,
que el Congreso proclama el 5 de julio de 1811. Bolívar se incorpora al
Ejército, y con el grado de Coronel contribuye en 1811, bajo las órdenes de
Miranda, al sometimiento de Valencia. En 1812, a pesar de grandes esfuerzos, no
logra evitar que la plaza de Puerto Cabello, de la cual era comandante, caiga
en poder de las fuerzas realistas por una traición. A mediados de 1812, el
General Miranda capitula ante el jefe español Domingo de Monteverde. En el
puerto de La Guaira un grupo de oficiales jóvenes, entre los cuales figura
Bolívar, deseosos de continuar la lucha, arrestan al infortunado Precursor.
Pero todos los esfuerzos son inútiles. Bolívar logra salvarse gracias a la
hidalguía de un amigo suyo, don Francisco Iturbe, quien obtiene un pasaporte
para él. Se traslada a Curazao, y luego a Cartagena de Indias, donde redacta y
publica su «Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un
caraqueño», uno de los escritos fundamentales, en el cual expone ya su credo
político, así como los principios que habrán de guiar su acción en los años
futuros.
Comienzan entonces sus
fulgurantes campañas militares, en las cuales alternarán victorias y reveses
hasta 1818, y a partir del año siguiente predominarán los triunfos. A la cabeza
de un pequeño ejército, limpia de enemigos las márgenes del río Magdalena, toma
en febrero de 1813 la Villa de Cúcuta, e inicia en mayo la liberación de
Venezuela. La serie de combates y de hábiles maniobras que en tres meses le
condujeron vencedor desde la frontera del Táchira hasta Caracas, a donde entró
el 6 de agosto, merecen en verdad el nombre de Campaña Admirable con que se les
conoce. A su paso por Trujillo, en junio, había dictado el Decreto de Guerra a
Muerte, con el objeto de afirmar el incipiente sentimiento nacional de los
venezolanos. Poco antes, a su paso por la ciudad de Mérida, los pueblos le
habían aclamado Libertador, título que le confieren solemnemente en octubre de
1813 la Municipalidad y el pueblo de Caracas, y con el cual habrá de pasar a la
historia.
Aislado en Jamaica desde mayo
hasta diciembre de 1815, aguarda impaciente el momento de intervenir de nuevo
en la lucha. Mientras tanto, medita acerca del destino de Hispanoamérica y
redacta en septiembre la célebre Carta de Jamaica, donde abraza con penetrante
comprensión y con visión profética el pasado, el presente y el porvenir del
Continente. Mientras que la derrota de
Napoleón en Europa, y la llegada a Venezuela de un poderoso ejército español
que manda el General Pablo Morillo, infunden nuevos ánimos a los partidarios de
la causa realista, Bolívar se traslada a la República de Haití, en busca de
recursos para continuar la lucha.
El Presidente de aquel Estado, Alejandro
Petión, se los proporciona con magnanimidad. Pronto sale de Los Cayos una
expedición al mando de Bolívar, que llega en mayo de 1816 a la Isla de
Margarita y pasa poco después al Continente. Carúpano es tomado por asalto, y
ahí da Bolívar, el 2 de junio, un decreto que concede la libertad a los
esclavos, el cual ratificará poco después. La expedición pasa luego al puerto
de Ocumare de la Costa, en donde Bolívar se ve separado accidentalmente del
grueso de sus fuerzas, y debe embarcarse de nuevo. Regresa a Haití, en donde
organiza una segunda expedición que llega a la Isla de Margarita a fines del
año. A comienzos de 1817 Bolívar se halla en Barcelona. Su objetivo es
apoderarse de la Provincia de Guayana, y hacer de ella la base para la
liberación definitiva de Venezuela. En julio, la capital de aquella Provincia,
Angostura (hoy Ciudad Bolívar), es tomada por los patriotas. Se organiza de
nuevo el Estado. Bolívar crea el Consejo de Estado, el Consejo de Gobierno, el
Consejo Superior de Guerra, la Alta Corte de Justicia, el Tribunal del
Consulado, y se preocupa por establecer un periódico (que aparecerá en junio de
1818), el «Correo de Orinoco». Entre tanto, tiene que luchar no sólo contra los
españoles sino también contra la anarquía que se había insinuado en su propio
campo: en octubre de 1817, tras un juicio militar, el General Manuel Piar, uno
de los principales jefes republicanos, es fusilado en Angostura. Hacia esos
mismos días, el Libertador dicta la «Ley de Repartición de Bienes Nacionales»,
que habrá de contribuir a fortalecer el sentimiento patriótico.
Bolívar y Petión |
En 1818 la campaña del Centro
se inicia bajo favorables auspicios, pues el Libertador logra sorprender en la
ciudad de Calabozo al general realista Morillo, pero los republicanos son
derrotados en el sitio de Semén. Días después, en el Rincón de los Toros,
Bolívar está a punto de morir a manos de una patrulla realista, en plena noche.
El 5 de junio está de nuevo en Angostura. Llegan entonces un Agente Diplomático
de los Estados Unidos y un gran número de voluntarios europeos.
El Segundo Congreso de Venezuela,
convocado por Bolívar, se reúne en Angostura el 15 de febrero de 1819. Ante él
pronuncia un Discurso que es uno de los documentos fundamentales de su ideario
político. Le presenta, también, un proyecto de Constitución. Poco después
emprende la campaña que habrá de libertar a la Nueva Granada. El ejército
tramonta los Andes por el inhóspito páramo de Pisba, y tras los cruentos
combates, en julio de 1819, de Gámeza y del Pantano de Vargas, obtiene un
triunfo decisivo en la batalla de Boyacá, el 7 de agosto. Días después Bolívar
entra en Bogotá. Dejando organizadas las provincias de la Nueva Granada bajo el
mando del General Santander, el Libertador regresa a Angostura, donde el
Congreso, a propuesta suya, expide la Ley Fundamental de la República de Colombia
en diciembre de 1819. Este gran Estado, creación del Libertador, comprendía las
actuales repúblicas de Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá.
Tratado sobre la
regularización de la guerra, concluido entre El Libertador Presidente de Colombia y el General
en Jefe del Ejército español (1820) A
estos acontecimientos que habían fortalecido la causa republicana, vino a
sumarse la Revolución Liberal que estalló en España en enero de 1820. La
situación ha cambiado. En todas partes los ejércitos de la República obtienen
ventajas. Cartagena es sitiada, Mérida y Trujillo libertadas. El nuevo Gobierno
español intenta llegar a un acuerdo pacífico con los patriotas. Los
comisionados de ambas partes firman en Trujillo, en noviembre de 1820, un
Tratado de Armisticio y otro de Regularización de la Guerra. El Libertador y el
General Morillo se entrevistan en el Pueblo de Santa Ana. Algunos meses
después, expirado el Armisticio, los ejércitos republicanos se ponen en marcha
hacia Caracas. El 24 de junio de 1821, en la Sabana de Carabobo, Bolívar da una
batalla que decide definitivamente la independencia de Venezuela. Los restos
del Ejército Realista se refugian en Puerto Cabello, que caerá en 1823. El
Libertador entra triunfador en su ciudad natal en medio de la alegría de sus
conciudadanos.
Vuelve ahora la mirada hacia
el Ecuador, dominado todavía por los españoles. Por Maracaibo se dirige a
Cúcuta, en donde se halla reunido el Congreso, y de allí a Bogotá. En 1822 dos
ejércitos patriotas tratan de libertar a Quito: Bolívar conduce el del Norte, y
el General Antonio José de Sucre el del Sur partiendo de Guayaquil. La acción
de Bomboná, dada por Bolívar en abril, quebranta la resistencia de los
pastusos, mientras que la batalla de Pichincha, ganada por Sucre el 24 de mayo,
liberta definitivamente al Ecuador, que queda integrado a la gran República de
Colombia. En Quito Bolívar conoce a Manuela Sáenz, el gran amor de los últimos
años de su vida. El 11 de julio Bolívar se halla en Guayaquil, en donde
desembarca el día 25 el General José de San Martín, procedente del Perú. Allí
se abrazan y se entrevistan los dos ilustres capitanes de la Independencia
Suramericana. Lo que conferenciaron en privado, consta en los documentos
auténticos emanados de Bolívar y de su Secretaría General. El objetivo
principal del General San Martín, que era negociar sobre el destino futuro de
Guayaquil, no pudo realizarse, puesto que la Provincia se había incorporado ya
a la República de la Gran Colombia. A mediados de 1823 la situación
político-militar del Perú se había deteriorado muchísimo. Llamado por el
Congreso y por el pueblo de aquella Nación, el Libertador se embarcó en
Guayaquil el 7 de agosto y llegó a comienzos de septiembre al Callao. La
anarquía reinaba entre los patriotas. Bolívar, facultado únicamente para
dirigir las operaciones militares, se dedicó con tesón a reorganizar el
ejército, dándole como núcleo central los cuerpos que le habían acompañado
desde Guayaquil. En enero de 1824 Bolívar se hallaba enfermo de cuidado en
Pativilca, en la Costa del Perú, donde recibió la noticia de que la guarnición
del Callao se había pasado a los realistas. Ante tantas dificultades, su
indomable espíritu se manifestó en su exclamación famosa: «¡Triunfar!».
Lima cae en manos de los
realistas, pero el Congreso del Perú, antes de disolverse, nombra a Bolívar
Dictador -como en la antigua República Romana- con facultades ilimitadas para
salvar al país. Él acepta serenamente tan tremenda responsabilidad. Retirado a
Trujillo, trabaja infatigablemente; su genio y su fe en el destino de América
operan el milagro. Emprende la ofensiva, y el 7 de agosto de 1824, en Junín,
derrota al Ejército Real del Perú. La campaña continúa, y mientras Bolívar
entra en Lima y restablece el sitio del Callao, el General Sucre, en Ayacucho,
pone el sello definitivo a la libertad americana el 9 de diciembre de 1824. Dos
días antes, desde Lima, Bolívar había dirigido a los gobiernos de
Hispanoamérica una invitación para enviar sus plenipotenciarios al Congreso que
habría de reunirse en Panamá, el cual efectivamente se celebró en junio de
1826.
Ha terminado la fase militar
de la Independencia. El 10 de febrero de 1825, ante el Congreso Peruano reunido
en Lima, Bolívar renuncia los poderes ilimitados que le habían sido conferidos.
Dos días más tarde aquel cuerpo decreta honores y recompensas al Ejército y al
Libertador, pero éste no acepta el millón de pesos que se le ofrecían
particularmente. Sale luego de la capital para visitar a Arequipa, El Cuzco y
las provincias que entonces se llamaban del Alto Perú. Éstas se constituyen en
Nación, y lo hacen bajo la égida del héroe: «República Bolívar», se llamó la
que hoy conocemos con el nombre de Bolivia. Para el Nuevo Estado Bolívar
redacta en 1826 un Proyecto de Constitución en el cual están expresadas sus
ideas para la consolidación del orden y la independencia de los países recién
emancipados.
Entretanto, una Revolución
acaudillada por el General Páez -«La Cosiata»- ha estallado en Venezuela contra
el Gobierno de Bogotá, en abril de 1826. Bolívar regresa a Caracas y logra
restablecer la paz a comienzos de 1827. Sin embargo, las fuerzas de disociación
predominan sobre las tendencias aglutinadoras. Bolívar se distancia más y más,
política y personalmente, del vicepresidente Santander, hasta que sobreviene la
ruptura total. El 4 de julio de 1827 Bolívar sale por última vez de Caracas, se
embarca en La Guaira, y por la vía de Cartagena llega a Bogotá. Allí, el 10 de
septiembre, presta ante el Congreso juramento como presidente de la República.
Hipotecado sobre la Rentas
Naturales de la Confederación (Ley del 27 de agosto de 1811, año I de la Independencia)
La Convención Nacional reunida en Ocaña en 1828 se disuelve sin que los
diversos partidos hayan logrado ponerse de acuerdo. Bolívar, aclamado Dictador,
escapa en Bogotá, en septiembre de aquel año, a un atentado contra su vida;
poco después ha de ponerse en campaña para enfrentarse a las fuerzas del Perú
que han penetrado en el Ecuador, en donde permanece durante casi todo el año de
1829. A pesar de estar enfermo y de sentirse cansado, lucha por salvar su obra.
A comienzos de 1830 vuelve a Bogotá para instalar el Congreso Constituyente.
Venezuela se agita de nuevo y se proclama Estado Independiente. En la Nueva
Granada la oposición crece y se fortalece. El Libertador, cada vez más enfermo,
renuncia a la Presidencia y emprende viaje hacia la Costa. La noticia del
asesinato de Sucre, que recibe en Cartagena, le afecta profundamente. Piensa
marchar a Europa, pero la muerte le sorprende en San Pedro Alejandrino, una
hacienda situada en las cercanías de Santa Marta, el 17 de diciembre de 1830.
Días antes, el 10, había dirigido a sus compatriotas su última proclama, que es
su testamento político.
Sobresalió entre sus
contemporáneos por sus talentos, su inteligencia, su voluntad y abnegación,
cualidades que puso íntegramente al servicio de una grande y noble empresa: la
de libertar y organizar para la vida civil a muchas naciones que hoy ven en él
a un Padre. Sus restos mortales, traídos a Venezuela con gran pompa en 1842,
reposan hoy en el Panteón Nacional. Cortesía de Pedro Chaparro. Fuente: Sociedad
Bolivariana de Venezuela, Caracas, 1968.
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